sábado, 13 de noviembre de 2010

Con ustedes, el perro pastor chiribaya


En la costa sur del país, una antropóloga y una documentalista hallaron los restos de lo que sería una raza de perro pastor de llamas que no solo fue parte importante de la estructura social de los antiguos peruanos, sino que recibió un trato especial después de su muerte.

Si usted, amigo lector, en un arranque de legítimo patriotismo quiere tener como mascota un perro bien peruano pero no le gustan los conocidísimos "chinos" –calatos– puede darse un salto al puerto de Ilo y adoptar un can cuyos ancestros son originarios de nuestras tierras y cuyo origen se remontan varios siglos antes de Colón.

Se trata del perro pastor peruano –tierno, chiquito y peludito– conocido por los arqueólogos como el "perro de Chiribaya", cultura que prosperó en la costa sur del Perú y que enterraba a sus mascotas con todos los honores de un fiel amigo y compañero de trabajo.

El hallazgo se lo debemos a las investigaciones de la destacada antropóloga Sonia Guillén Oneglio, quien debe su fama al estudio de antiquísimas momias de personajes que organizaron prósperas culturas desde Chachapoyas hasta las costas de Moquegua.

Y es precisamente en la zona del puerto de Ilo donde se encuentra el centro de operaciones del Centro Mallqui –"momia", en quechua–, dedicado a la investigación de la denominada Cultura Chiribaya, un cacicazgo que existió en el periodo conocido como intermedio tardío (del año 900 hasta el 1350 de nuestra era), y cuyo territorio posee hasta nuestros días una característica que es el sueño de todo antropólogo: su suelo es extremadamente seco, contiene una ingente cantidad de sales minerales, y las lluvias son escasas, lo que potencia la conservación de los restos físicos de quienes habitaron este lugar.

Las momias descubiertas en esta zona se encuentran en tal estado de conservación que mantienen intactos sus órganos internos, desde los ojos, hasta los parásitos que se quedaron en los alimentos sin digerir. Pero la doctora Guillén nunca imaginó que sus excavaciones la llevarían a encontrar más de un treintena de restos de una raza de perro lanudo que fueron enterrados con todas las características del enterramiento de un homo sapiens. Esto demuestra que en el Antiguo Perú también existieron cementerios de perros, un detalle que solo se ve en las sociedades más prósperas del siglo XXI.

"Las momias de los perros que hemos encontrado estaban dentro de su propia matriz, es decir de su tumba, envueltos en bellos telares y rodeados de ofrendas de comida, pedacitos de pescado y conchas spondylus".

La doctora Guillén sostiene que la tumba de una persona refleja su posición social, política y religiosa dentro de la organización de los pueblos antiguos, y en el caso de estos perros las tumbas demostrarían que, habiendo cumplido una vida productiva dentro de la organización Chiribaya, recibieron buen trato, ya sea vivos o muertos. 



Siguiendo el rastro

Martha Meier Miró Quesada, periodista, productora y documentalista, estuvo detrás de los hallazgos de la doctora Guillén desde hace más de diez años, pero debido a la rigurosidad del trabajo de la antropóloga, esta no permitió que sus hallazgos fueran dados a conocer hasta estar completamente segura de que no se trataba de hechos aislados.

Fue así como a comienzos de este año, que Meir MQ y su equipo de trabajo pudieron registrar en imágenes los hallazgos e investigaciones de Sonia Guillén, los cuales han quedado plasmados en el documental titulado "El Perro Pastor Chiribaya".

"A pesar de la inscripción oficial de la raza originaria del perro peruano sin pelo, aún muchos siguen pensando que los perros llegaron con los españoles. Y el hecho de encontrar otra variedad de perro nativo es un descubrimiento muy importante", dice la documentalista.

A diferencia del tan promocionado perro sin pelo, el perro pastor peruano o de Chiribaya no solo tenía abundante pelaje, sino también otras características propias de las mascotas favoritas de los peruanos del siglo XXI.

Ermanno Maniero, presidente del Kennel Club del Perú, y la médica veterinaria Viviana Fernández, de la Universidad de San Marcos, examinaron exhaustivamente las momias halladas y determinaron que estos canes tenían el cuerpo más largo que alto; que el color del pelaje podía variar entre el amarillo y el rojizo, algunos con manchas oscuras sobre el lomo o la cabeza, que tenían las orejas recortadas y caídas; y sus patas era tipo "liebre", es decir que permitían al animal moverse sobre la arena o la tierra con menos esfuerzo.

Y esta última cualidad quizá sea la que le dio la importancia dentro de la estructura de vida chiribaya.

Sonia Guillén dice que varios estudios, incluidos los suyos, han determinado que en la costa también se desarrolló la ganadería de camélidos. O sea, que estos animales no fueron exclusivos de las alturas.

En el caso de los chiribayas, ellos tuvieron una economía costera, con el uso de recursos marinos, también con agricultura, pero intensamente ganadera, y eso lo saben por las cabezas, patas y orejas de llama que han sido halladas como ofrendas recurrentes en los entierros chiribayas.

La antropóloga dice que según las investigaciones realizadas por la genetista Jane Wheeler, quien trabajó en el valle medio de Ilo, los chiribayas criaron un tipo de llama que tenía el pelo más largo y más fino que la mejor alpaca de nuestros tiempos, pero que estas fueron ignoradas por los conquistadores españoles, quienes las usaron como bestias de carga, provocando su exterminio, aunque dicen que es posible localizarlas aún en algunas zonas de la Argentina.

"Al tener tantas llamas, los chiribayas necesitaron perros para el pastoreo. Entonces, estos se convirtieron en compañeros de trabajo por lo que a su muerte recibieron los honores correspondientes", dice Guillén.

Chusco con estirpe

Gracias a las momias del perro pastor peruano o de Chiribaya, los investigadores han podido determinar también que los descendientes de esta raza permanecen hasta nuestros días, y esto lo confirma la similitud entre los restos conservados y muchos de los canes que viven en Ilo y alrededores.

"Para graficarlo, es como si miraras a una momia de un antiguo peruano y la compararas con el rostro de nuestros contemporáneos. Vas a notar la familiaridad entre ellos. Lo mismo pasa con los perros de la zona y las momias de estos animales", dice la doctora Guillén.

Incluso el perro "Abdul" , el guardián de las instalaciones del Centro Mallqui, es sin duda un descendiente de los perros Chiribaya. Su pelaje es amarillo, orejas caídas, hocico corto. El típico perro chusco peruano. Y precisamente Martha Meier llama la atención de este detalle y dice que de alguna forma lo que llamamos "chusco" encaja con las características del Pastor Chiribaya, por lo que no sería raro que con los años, este se haya propalado por todo el territorio peruano.

"Lo que queremos hacer ahora es recuperar la pureza de esta raza de perro. Por eso vamos a empezar un trabajo de recojo de ADN de los canes de la zona de Ilo para compararlo con el de las momias, y luego empezar un proceso de selección y crianza. Va a ser un trabajo de varios años, pero vale la pena", dice la documentalista, quien hace mención a ciertas crónicas coloniales donde figura la existencia de otro perro originario del Perú, semejante al Bulldog, con el hocico chato, recio y musculoso. Pero esa es otra historia.

Por ahora se nos ocurre imaginar que así como nos paseamos por las calles de Lima con perros pastores alemanes, algún día alguien se paseará por las calles de Berlín con su original y pura raza perro pastor Chiribaya.

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