En la costa sur del
país, una antropóloga y una documentalista hallaron los restos de lo que sería
una raza de perro pastor de llamas que no solo fue parte importante de la
estructura social de los antiguos peruanos, sino que recibió un trato especial
después de su muerte.
Si usted, amigo
lector, en un arranque de legítimo patriotismo quiere tener como mascota
un perro bien peruano pero no le gustan los conocidísimos "chinos"
–calatos– puede darse un salto al puerto de Ilo y adoptar un can cuyos
ancestros son originarios de nuestras tierras y cuyo origen se remontan varios
siglos antes de Colón.
Se trata del perro
pastor peruano –tierno, chiquito y peludito– conocido por los arqueólogos como
el "perro de Chiribaya", cultura que prosperó en la costa sur del
Perú y que enterraba a sus mascotas con todos los honores de un fiel amigo y
compañero de trabajo.
El hallazgo se lo
debemos a las investigaciones de la destacada antropóloga Sonia Guillén
Oneglio, quien debe su fama al estudio de antiquísimas momias de personajes que
organizaron prósperas culturas desde Chachapoyas hasta las costas de Moquegua.
Y es precisamente en
la zona del puerto de Ilo donde se encuentra el centro de operaciones del
Centro Mallqui –"momia", en quechua–, dedicado a la investigación de
la denominada Cultura Chiribaya, un cacicazgo que existió en el periodo
conocido como intermedio tardío (del año 900 hasta el 1350 de nuestra era), y
cuyo territorio posee hasta nuestros días una característica que es el sueño de
todo antropólogo: su suelo es extremadamente seco, contiene una ingente
cantidad de sales minerales, y las lluvias son escasas, lo que potencia la
conservación de los restos físicos de quienes habitaron este lugar.
Las momias
descubiertas en esta zona se encuentran en tal estado de conservación que
mantienen intactos sus órganos internos, desde los ojos, hasta los parásitos
que se quedaron en los alimentos sin digerir. Pero la doctora Guillén nunca
imaginó que sus excavaciones la llevarían a encontrar más de un treintena de
restos de una raza de perro lanudo que fueron enterrados con todas las
características del enterramiento de un homo sapiens. Esto
demuestra que en el Antiguo Perú también existieron cementerios de perros, un
detalle que solo se ve en las sociedades más prósperas del siglo XXI.
"Las momias de
los perros que hemos encontrado estaban dentro de su propia matriz, es decir de
su tumba, envueltos en bellos telares y rodeados de ofrendas de comida,
pedacitos de pescado y conchas spondylus".
La doctora Guillén
sostiene que la tumba de una persona refleja su posición social, política y
religiosa dentro de la organización de los pueblos antiguos, y en el caso de
estos perros las tumbas demostrarían que, habiendo cumplido una vida productiva
dentro de la organización Chiribaya, recibieron buen trato, ya sea vivos o
muertos.
Siguiendo el rastro
Martha Meier Miró Quesada,
periodista, productora y documentalista, estuvo detrás de los hallazgos de la
doctora Guillén desde hace más de diez años, pero debido a la rigurosidad del
trabajo de la antropóloga, esta no permitió que sus hallazgos fueran dados a
conocer hasta estar completamente segura de que no se trataba de hechos
aislados.
Fue así como a comienzos
de este año, que Meir MQ y su equipo de trabajo pudieron registrar en imágenes
los hallazgos e investigaciones de Sonia Guillén, los cuales han quedado
plasmados en el documental titulado "El Perro Pastor Chiribaya".
"A pesar de la
inscripción oficial de la raza originaria del perro peruano sin pelo, aún
muchos siguen pensando que los perros llegaron con los españoles. Y el hecho de
encontrar otra variedad de perro nativo es un descubrimiento muy importante",
dice la documentalista.
A diferencia del tan
promocionado perro sin pelo, el perro pastor peruano o de Chiribaya no solo
tenía abundante pelaje, sino también otras características propias de las
mascotas favoritas de los peruanos del siglo XXI.
Ermanno Maniero, presidente
del Kennel Club del Perú, y la médica veterinaria Viviana Fernández, de la
Universidad de San Marcos, examinaron exhaustivamente las momias halladas y
determinaron que estos canes tenían el cuerpo más largo que alto; que el color
del pelaje podía variar entre el amarillo y el rojizo, algunos con manchas
oscuras sobre el lomo o la cabeza, que tenían las orejas recortadas y caídas; y
sus patas era tipo "liebre", es decir que permitían al animal moverse
sobre la arena o la tierra con menos esfuerzo.
Y esta última
cualidad quizá sea la que le dio la importancia dentro de la estructura de vida
chiribaya.
Sonia Guillén dice
que varios estudios, incluidos los suyos, han determinado que en la costa
también se desarrolló la ganadería de camélidos. O sea, que estos animales no
fueron exclusivos de las alturas.
En el caso de los
chiribayas, ellos tuvieron una economía costera, con el uso de recursos
marinos, también con agricultura, pero intensamente ganadera, y eso lo saben
por las cabezas, patas y orejas de llama que han sido halladas como ofrendas
recurrentes en los entierros chiribayas.
La antropóloga dice
que según las investigaciones realizadas por la genetista Jane Wheeler, quien
trabajó en el valle medio de Ilo, los chiribayas criaron un tipo de llama que
tenía el pelo más largo y más fino que la mejor alpaca de nuestros tiempos,
pero que estas fueron ignoradas por los conquistadores españoles, quienes las
usaron como bestias de carga, provocando su exterminio, aunque dicen que es
posible localizarlas aún en algunas zonas de la Argentina.
"Al tener tantas
llamas, los chiribayas necesitaron perros para el pastoreo. Entonces, estos se
convirtieron en compañeros de trabajo por lo que a su muerte recibieron los
honores correspondientes", dice Guillén.
Chusco con estirpe
Gracias a las momias
del perro pastor peruano o de Chiribaya, los investigadores han podido determinar
también que los descendientes de esta raza permanecen hasta nuestros días, y
esto lo confirma la similitud entre los restos conservados y muchos de los
canes que viven en Ilo y alrededores.
"Para
graficarlo, es como si miraras a una momia de un antiguo peruano y la
compararas con el rostro de nuestros contemporáneos. Vas a notar la
familiaridad entre ellos. Lo mismo pasa con los perros de la zona y las momias
de estos animales", dice la doctora Guillén.
Incluso el perro
"Abdul" , el guardián de las instalaciones del Centro Mallqui, es sin
duda un descendiente de los perros Chiribaya. Su pelaje es amarillo, orejas
caídas, hocico corto. El típico perro chusco peruano. Y precisamente Martha
Meier llama la atención de este detalle y dice que de alguna forma lo que
llamamos "chusco" encaja con las características del Pastor
Chiribaya, por lo que no sería raro que con los años, este se haya propalado
por todo el territorio peruano.
"Lo que queremos
hacer ahora es recuperar la pureza de esta raza de perro. Por eso vamos a
empezar un trabajo de recojo de ADN de los canes de la zona de Ilo para
compararlo con el de las momias, y luego empezar un proceso de selección y
crianza. Va a ser un trabajo de varios años, pero vale la pena", dice la
documentalista, quien hace mención a ciertas crónicas coloniales donde figura
la existencia de otro perro originario del Perú, semejante al Bulldog, con el
hocico chato, recio y musculoso. Pero esa es otra historia.
Por ahora se nos
ocurre imaginar que así como nos paseamos por las calles de Lima con perros
pastores alemanes, algún día alguien se paseará por las calles de Berlín con su
original y pura raza perro pastor Chiribaya.
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